viernes, 9 de noviembre de 2007

PASEANDO CON UNA PALOMA

Gijón es un lugar ideal para pasear, a cualquier hora, pero sobre todo por las tardes, respirando tranquilidad y dejándote llevar por lo que surja en ese momento.

Y este es el caso, que te encuentras con una paloma que no tiene nada que hacer, o sea como uno mismo, que tiene que hacer tiempo, deambular por ahí.
Casi nunca miramos a los ojos a las palomas y debe ser por eso por lo que nos ignoramos mutuamente.
Ahora bien, ¿qué ocurre si en un momento mágico conectamos nuestras miradas?
Pues se produce un encuentro, una unión entre dos almas gemelas, con los mismos sentimientos y puede que similares pensamientos (en ese momento, ¡claro!, digo yo).
Y nos pusimos a caminar; y, a nuestra manera, mantuvimos una corta aunque interesante conversación; al menos, yo la entendí perfectamente, y quiero crer que por su movimiento de cabeza ella también me comprendía.
Al fin y al cabo son unos seres tan urbanos como nosotros; tan preocupados por el cambio climático, la especulación inmobiliaria, la movida nocturna, y hasta la iluminación navideña como podemos estarlo cualquiera de nosotros.

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